¿Está mal usar la palabra "antimormón"?




Introducción

En los diálogos interreligiosos y en el debate público, el lenguaje que usamos tiene un impacto profundo. Un término que genera debate en contextos relacionados con el evangelio restaurado es “antimormón”. ¿Es un término válido para describir a los críticos? ¿O es una etiqueta peyorativa que busca desacreditar al interlocutor? Este artículo explora el origen, uso, historia y controversia detrás de esta palabra, así como su relevancia para los Santos de los Últimos Días y sus interlocutores.


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1. ¿Qué significa “antimormón”?

El término “antimormón” suele usarse para describir a personas, publicaciones o movimientos que se oponen activamente a las enseñanzas, historia o prácticas de la Iglesia de Jesucristo y sus miembros. No se refiere necesariamente a quienes simplemente no creen en el evangelio restaurado, sino a quienes adoptan una postura militante o crítica.

En ese sentido, no describe una diferencia doctrinal, sino una actitud: el deseo explícito de desacreditar o atacar a la Iglesia.


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2. Uso histórico del término

Desde el siglo XIX, los primeros Santos de los Últimos Días ya empleaban el término “antimormón” para referirse a publicaciones hostiles, pastores oponentes y líderes políticos que promovían persecución, leyes discriminatorias o campañas públicas en su contra.

Joseph Smith y sus seguidores enfrentaron periódicos “antimormones”, como el Warsaw Signal en Illinois, que incitaba al odio y justificaba el exterminio de los santos. El término nació como una forma de autodefensa, para señalar claramente quiénes promovían la desinformación y la violencia contra ellos.

Durante el siglo XX, el término también fue empleado por apologistas SUD en respuesta a obras críticas como The God Makers, Mormonism: Shadow or Reality? y otras publicaciones que no solo discrepaban, sino que ridiculizaban las creencias SUD.

Con el tiempo, sin embargo, el término fue aplicado con más amplitud —a veces indiscriminadamente— a cualquier persona que expresara dudas, críticas o saliera de la Iglesia, lo que comenzó a generar tensiones dentro y fuera de la comunidad.


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3. ¿Tiene el término una carga peyorativa?

Para algunos críticos, sí. Argumentan que llamarlos “antimormones” es una forma de invalidar cualquier cuestionamiento o crítica, colocándolos automáticamente en una categoría de “enemigos” o “apóstatas”, sin analizar los méritos de sus argumentos. Este uso puede funcionar como una táctica de deslegitimación, impidiendo el diálogo abierto.

Comparan esta práctica con llamar “hereje” a quien piensa distinto, un recurso que en la historia ha sido usado para marginar y silenciar. En este contexto, “antimormón” se percibe menos como una descripción neutral y más como un juicio de intenciones.


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4. ¿Ha sido usado por líderes de la Iglesia de Jesucristo?

Sí. Algunos líderes han usado el término para referirse a obras, movimientos o individuos que promueven información falsa o distorsionada sobre la Iglesia. Por ejemplo, Bruce R. McConkie y Boyd K. Packer lo emplearon en discursos para advertir sobre materiales opositores.

Sin embargo, con el tiempo, el uso oficial ha disminuido. En la actualidad, la Iglesia de Jesucristo prefiere un lenguaje más conciliador, centrado en la invitación, la comprensión mutua y el respeto religioso.

Además, desde 2018, la Iglesia ha hecho un esfuerzo intencional por abandonar el término “mormón” como descriptor principal, lo que también ha impactado el uso de “antimormón”.


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5. ¿Cuál es el trasfondo del término en la literatura crítica?

Muchos libros, sitios web y producciones que se consideran “antimormones” han adoptado una postura explícitamente contraria al evangelio restaurado, como lo hacen con otras religiones. Algunos de estos materiales incluyen teorías desacreditadas, burlas o desinformación. En ese contexto, el término puede parecer útil para identificar el tipo de material al que uno se enfrenta.

Sin embargo, también hay académicos, exmiembros o personas de otras confesiones que critican aspectos de la Iglesia con argumentos razonados y con respeto. Agruparlos a todos bajo el mismo rótulo puede ser injusto.


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6. ¿Cuál es una alternativa más respetuosa?

En discusiones constructivas, puede ser más apropiado hablar de “críticos”, “investigadores”, “disidentes” o “personas con perspectivas distintas”. Estos términos no cargan con la implicación de hostilidad o malicia.

El evangelio restaurado enseña a amar incluso a quienes nos persiguen o malinterpretan. Mostrar respeto en el lenguaje fortalece nuestra posición y permite un diálogo más fructífero.


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Conclusión

Usar la palabra “antimormón” no es inherentemente incorrecto, pero sí requiere sabiduría. Tiene un trasfondo histórico como mecanismo de defensa frente a la persecución y la difamación, pero también ha sido usado en exceso y sin distinción.

Hoy, en una época donde el diálogo interreligioso y la comprensión son fundamentales, los Santos de los Últimos Días están llamados a usar un lenguaje que refleje su compromiso con la verdad, pero también con la caridad. Tal vez la pregunta no sea si podemos usar el término, sino si debemos, y si ese uso edifica o solo divide.

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